Isabelle d’Ornano, una mujer a la que descubrí hace años cuando cayó en mis manos un libro de título «R.S.V.P., menus for entertaining from people who really know how», de la inefable norteamericana Nan Kempner, tristemente ya desaparecida.
Nam dedicaba un capítulo del mismo a la familia Ornano, dueños de Sisley, donde Isabelle ejercía de perfecta anfitriona en su casa del Valle del Loira agasajando a sus invitados con recetas que traía de sus viajes; como la pizza Renaudière, Moussaka y huevos revueltos con trufa en costra.
Isabelle d’Ornano, princesa polaca y condesa por matrimonio, tiene una belleza inteligente, de esas construidas desde la curiosidad y el aprendizaje; con un rostro arrugado por el paso del tiempo pero cuidado por sus maravillosas cremas y una sonrisa apacible que no delata las tristezas por las que ha pasado.
Nació en Polonia, en la aristocrática familia Radziwill, sus padres tuvieron que exiliarse debido a la guerra y Madrid fue su hogar durante unos años, hasta que comienza sus estudios en la universidad de Oxford y regresa a Paris casándose a los 22 años con el conde Hubert d’Ornano, hijo del dueño de Lancôme, y que la arrastró al mundo de la cosmética con la creación de Sisley en el año 1976.
Isabelle d’Ornano se ocupa de la creación de nuevos productos y de su imagen, del «packaging» y de la publicidad; testa todas las cremas -elaboradas con aceites esenciales y fitoterapia que aprovecha las posibilidades de los extractos de plantas naturales-, las lociones y los sérums. Su crema de día favorita es «All Day All Year», un maravilloso tratamiento antiedad.
Una de sus fragancias la usó durante una temporada, mucho antes de salir al mercado, y gustaba tanto que decidieron lanzarla y ha sido un gran éxito, se tata de «Eau de Soir».
Contraria a las operaciones de cirugía estética, considera sus arrugas como la prueba infalible de todo lo que ha vivido, de lo que le ha dejado el paso del tiempo, su biografía.
Adora rodearse de gente joven que le transmiten el interés por las cosas nuevas y calma su espíritu inquieto en contacto con el arte y los libros de historia y biografías.
El señor de los anillos de Tolkien es uno de sus libros favoritos. La «Tate Modern» en Londres es visita obligada cuando se encuentra en esta ciudad en la que tiene casa.
A sus recién cumplidos 80 años juega al golf, nada y camina todos los días; viste con prendas informales y juveniles a las que añade piezas bien escogidas de bisutería. Conoce el arte de mezclar lo antiguo con lo nuevo y nada en ella es afectado.
Con una vida que podría novelarse, su máxima es vivir intensamente cada momento y con alegría.
Escrito por Flor Lloriana
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