‘amor50’

Mis inseparables pendientes. Una historia Baby Boomer

Me llamo Puri tengo 60 años, soy Babú y voy a aprovechar la oportunidad que me da  BabuMagazine, para contar mi historia.

En lugar de Puri tendría que llamarme pendiente, pero no por actitud, sino porque soy incapaz de estar sin ellos.

Antiguamente según llegabas a este mundo, la propia matrona te perforaba los lóbulos de las  orejas  y te colocaban unas bolitas de oro, que eran realmente preciosas.

En mi caso esas bolitas fueron regalo de mi abuela paterna y por cierto las compró muy gorditas, fue el primer presagio.

Mi abuela paterna vivía en un pueblo de Salamanca y todos los veranos en el mes de Agosto íbamos a visitarla.

Era una mujer maravillosa, dulce, cariñosa. Tenía unas manos increíbles, me hacía unos vestidos preciosos y todo lo que llevaba de punto estaba hecho por ella. Además era increíblemente trabajadora y muy limpia.

Físicamente era la típica abuela de aquella época. Aparentaba más edad de la que tenía, siempre iba de negro y con el típico moñito. Se había quedado viuda con 32 años, cuatro hijos y era el comienzo de la Guerra Civil Española. Hay que pensar cuanto tuvo que trabajar esta mujer para sacar adelante en aquella época cuatro hijos. El mayor  entonces tenía 12 años. Mi abuela era un auténtico ángel y además me adoraba, me consentía todo.

Cuando llegaba en Agosto no me separaba de ella. Todas las mañanas me quitaba los pendientes, los limpiaba hasta dejarlos pulidos y me los volvía a colocar. Cuando me los estaba colocando siempre me decía: “Hija, no salgas nunca a la calle sin pendientes. Tú no sabes lo que adornan los pendientes”

Ella llevaba puestos siempre los mismos, probablemente solo tendría un par. Eran unos pendientes charros, pegados a la oreja, como si fuesen botones.

Yo no me quitaba los pendientes ni para dormir. Ya sabéis, las costumbres se hacen leyes; para mí, esa fue la primera ley de mi vida.

Las bolitas las llevé yo creo hasta que tuve 16 o 18 años; las conservo aún como oro en paño. Si Dios quiere, algún día, si a sus madres no les importa, me gustaría que estuviesen en las orejitas de alguna nietecita.

Cuando empecé a presumir, comencé a usar pendientes de bisutería, siempre grandes. Me gustan grandes, porque siempre llevo el pelo muy corto y las orejas muy despejadas.

Era un vicio comprar pendientes y cuanto más llamativos mejor. Si iba de rosa, los pendientes rosas, si iba de verde los pendientes verdes, siempre llevaba los pendientes a juego con la ropa. Mi colección se ha ido incrementando con el tiempo, los tengo de todos los tipos y colores.

Todas  las noches preparo la ropa que me pondré al día siguiente y también coloco  todos los complementos que considero adecuados a la ropa que llevaré puesta; aunque os parezca increíble me acuesto con los pendientes que he llevado  puestos durante el día y por la mañana los sustituyo.

Recuerdo un día que perdí un pendiente trabajando y mi preocupación era de tal calibre, que en la hora de la comida fui rápidamente a comprarme unos baratitos. Prefería tener pendientes a comer.

Como me gustan largos, poco a poco han ido desgarrando el lóbulo y últimamente no me quedaban bien, siempre pensaba que al final se me iba a rajar mi orejita.

Entonces pensé que tendría que tomar una solución y fui al médico. Me dijo que coserlo era un problema de estética. Me pido 300 euros por cada una de mis orejitas y eso que no soy elefante. Cuando me lo dijo pensé que era un problema económico y no de estética.

¡Como me iba a gastar ese importe!. Asi que me puse a pensar. Pensé en hacerme unos agujeros nuevos a una cierta distancia y en medio del lóbulo. Dicho y hecho, allí que fui a la farmacia y me los hicieron. Como te ponen unos antialérgicos que son muy pequeños, durante los tres meses que tuve que llevarlos, en los agujeros pochos utilizaba mis pendientes normales. Solamente los domingos utilizaba únicamente los antialérgicos. Pasado el tiempo que me habían recomendado, me quité los antialérgicos y pase a usar definitivamente los míos.

¿Qué pasará con el tiempo? Pues que volveré a desgarrar los agujeros, pero no hay ningún problema, me hago otros.  Mientras me quede lóbulo, al final me veo como un colador.

Mi abuela ya no está conmigo, pero si su recuerdo y sus enseñanzas. Cuando oigo a las madres de ahora que no hacen agujeros a sus hijas por lo que sufren, les diría que no duele nada. Se que en otros casos responde a una actitud feminista, pero eso podría ser antes, porque actualmente los pendientes son cosas de hombres y mujeres.

¿Son un fetiche para mi? Posiblemente si, si no los llevo me siento desnuda. O posiblemente ¿sería como olvidar a mi abuela.?

Creo que este es mi pequeño homenaje hacia ella. Estoy segura que sus hijos nunca le dijeron que la querían porque lo daban por hecho. Ahora pienso que no es así y por eso buscaba el cariño en mí. Por eso no importa a donde vaya, con quién o cómo, siempre irán conmigo mis zarcillos.

¿Tenéis algún fetiche o alguna manía?

¿De qué complemento no podéis prescindir ?

Muchísimas gracias por dejarme entrar en vuestras vidas.

“¿Tú también eres Baby Boomer?”. Esta es tu sección. Puedes contarnos cómo te sientes después de los 50. Qué te gusta, como te va la vida; tus aficiones. Nos encantaría hacerte visible, ponerte cara y que digas: “Soy Babú”, con orgullo y una gran sonrisa.

Escríbenos a redaccion@babumagazine.com

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