‘amor50’

La vuelta a casa de los hijos, esa caótica alegría

La vuelta a casa de los hijos para pasar unos días es caos, es alegría, es ropa revuelta, son planes sobre la marcha y sofá desordenado.

Son tapones que no cierran, pelos de cepillos en el lavabo, olores a colonias desconocidas y desayunos sin recoger. Son tardes sin horario, propósitos que no se cumplen y amaneceres vespertinos.

Libros fuera de su sitio y cables por el suelo. Son preguntas al aire sobre objetos que no aparecen: ¿Dónde está el jersey que anoche dejé  aquí? ¿Dónde el libro que estaba leyendo?¿Dónde has puesto mi máscara de pestañas? ¿Dónde está el azúcar?

Son reproches sobre tus métodos de almacenaje y cocina abierta las 24 horas del día.  Son tardes de películas, de mimos, de siestas y mantas compartidas. De compras de víveres antes de regresar a sus nidos.

Son recomendaciones ya oídas: ponte las zapatillas, no te seques el pelo descalza. Recoge la melena para comer. Lávate las manos.

Son los mismos gestos, los mismos reproches y a mi se me olvidan que han crecido y que el discurso caducó.  Ya no es tiempo de educación. Pero seguimos siendo padres.

Han vuelto de visita al hogar para unos días pero han crecido.

Ya no son aquellos personitas que eran antes de darles la posibilidad de volar fuera del nido. Siguen siendo tus polluelos pero afortunadamente se han hecho mayores.

Para los padres nuestros herederos no son los suficientemente maduros nunca. Siempre nos parece que se quedaron en la adolescencia y que sin nuestras advertencias y nuestras recomendaciones no saben vivir.

Gravísimo error.

Queremos evitarles lo que para nosotros en un peligro y seguir insistiendo en que no olviden sus normas de conducta. Crecer es tomar distancia para que pongan en práctica lo aprendido en la infancia dándoles así la oportunidad de que puedan ser capaces de apañárselas solos.

Doy fe que es así.

Al final eso es más importante que tener siempre una casa ordenada al criterio de tu madre. Cuando vuelven al hogar es el momento en el que me doy cuenta que nuestro trabajo como padres es que sepan que estamos aquí pero sin que se note nuestra presencia.

Dejarles libres en esta selva que es la vida  tranquilos de que les dimos las herramientas necesarias para poder crecer y defenderse sin nuestra ayuda aunque para nosotros nuestros hijos siempre nos necesitarán.

Se nos han hecho mayores y, en mi caso, me  encuentro con unos herederos que ya se han ido de casa antes de que su padre y yo cumpliéramos los 50 y que vuelven a casa cuando sus trabajos se lo permiten relajándose en el hogar con las mismas costumbres que cuando se fueron.

En ocasiones se me pasa por la cabeza ¿cómo sería nuestras vidas si regresaran de nuevo para quedarse?, ¿dónde los ubicaría con todo lo que han almacenado en sus peripecias por el mundo?

Si llegara ese momento todos tendríamos que adaptarnos; pero a ellos, que ya han saboreado las ventajas de la independencia, volver al hogar les resultaría difícil y frustrante.

Deberíamos hacer un esfuerzo entre todos.

Escrito por Àsun Moreno Fidalgo

Asun Moreno Fidalgo

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