Nuestro equipo sigue su ruta de restaurantes de moda. Hoy le toca a Fismuler. Reservamos una mesa para dos un sábado medio día. Una vez llegados al número 29 de la calle Sagasta, nos encontramos con un local, que no se ve muy bien desde fuera, pero que sorprende por su tamaño y personalidad una vez dentro.
Se trata de un espacio de unos 400 m2, para llegar a nuestra mesa cruzamos una primera sala donde se encuentran largas mesas bajas y altas que comparten clientes que acudan sin reserva. Entendemos que esto potencia la convivencia, pero nosotros preferimos comer con nuestro espacio e intimidad.
El local esta como en estado bruto, con techo y paredes de yeso, un suelo industrial de hormigón, mesas con tableros de madera o mármol . Es un ambiente diferente y, tiene su punto. Es moderno pero al mismo tiempo acogedor. Las mesas no llevan mantel y recuerdan un poco a la atmósfera del campo.
Nos traen un aperitivo de la casa con una cesta de pan de pueblo y un gran trozo de mantequilla salada…delicioso.
El maître, bastante gracioso, nos explica que no cocinan ni frito ni con microondas , que cambian la carta según la temporada y que utilizan mucha verdura en la composición de los platos.
Mientras toma nota de la comanda nos aconseja probar los erizos Asturianos (fantásticos). Elegimos como entrada una ensalada de patatas con cebollas asadas ( igual de bueno que curioso de aspecto) y unos garbanzos salteados con ternera y cigalitas.
De segundo un calamar a la parrilla acompañado de endivias braseadas y un cordero de costa, remolacha y yogur. El cordero es de costa porque proviene de Inglaterra del norte, está criado cerca de los acantilados y, se impregna del yodo del mar, de ahí su color rosado. Soy muy fan de cordero y me he quedado un poco decepcionado, reconozco que prefiero unas buenas costillas asadas con patatas, de estas que te chupas los dedos.
Aun así, todo está muy, pero que muy bueno. Los platos muy bien presentados y copiosos.
Dudamos con el postre; habíamos comido muy bien, y eso que el soufflé de chocolate con helado de pan de especias tenía una pinta increíble…
Nos decidimos mejor por un café, nos advierten que es un café de puchero, servido con mucho encanto…tenía mucha gracia pero nosotros somos más de «ristretto» de máquinas a la italiana.
La cuenta nos sale por algo más de 80 euros, incluidas las 2 copas de vino. Pica un poco pero, hay que reconocer, que la cocina es elaborada y realmente de buen nivel, así que os invitamos a probarlo si no es lo habéis hecho ya.
A la salida, y para hacer la digestión, nos acercamos a visitar a nuestros amigos Joan y David del Almacén Alquián & Hóptimo, en la calle Manuel González Longoria 2; un espacio único donde podréis encontrar maravillosos objetos de decoración, un lugar donde sabemos que siempre tendremos un buen café y la mejor compañía. No dejéis de hacerles una visita.