‘amor50’

Una forma de entender la religión

Escrito por Àsun Moreno Fidalgo

Son casi las diez de la mañana de un día brumoso en Donostia. Dentro de un ratito el convento de monjas que tengo al lado de casa hará sonar las campanas que se oirán desde muy lejos anunciando así la misa diaria.

Todos las religiones tienen sus formas de llamar al encuentro, a la espiritualidad a la oración.

El almuédano convoca a sus fieles musulmanes a la oración desde el minarete de la mezquita y los feligreses dejan su actividad diaria para dedicar un tiempo al rezo.

Siempre me han gustado mucho estos sonidos.

Recuerdo con nostalgia un viaje a Estambul.

De madrugada, me desperté sobrecogida con este grito que recuerda al cante jondo y durante un tiempo pude percibir como se iban solapando las diferentes llamadas de muchas de  las mezquitas de la ciudad. El eco que dejaban los sonidos teñían de notas musicales el cielo anaranjado sobre una ciudad que amanecía.

En otra ocasión viví algo parecido en Jerusalem. Era domingo y las campanas cristianas de la ciudad llamaban a la Eucaristía dominical coincidiendo con el canto del muecín (persona nombrada por la mezquita para recitar la llamada a la oración). La riqueza de los diferentes sonidos  adquiere mas relevancia por el conflicto  que existe viviendo sin querer un concierto donde la palabra y el tintineo del bronce se oyen hasta lugares donde el oído no alcanza.

Para  todas las religiones del mundo la oración es durante varias veces al día una llamada al sosiego, la paz espiritual, la calma. Un contacto con las palabras del profeta y un encuentro con nuestro mundo interior.

Atrás se quedaron los años en los que la practica religiosa en España obligaba  a profesar la religión Católica sin ningún tipo de reflexión.

Desde las instancias del Régimen se impuso un tipo de creencia que había que cumplir sí o sí.

Nuestra cultura y la sociedad de los que hoy somos personas de 50 años está salpicada de tintes religiosos siendo testigos de un tipo de principios que para nada se ajustaba a la vida que queríamos para nosotros.

La figura de un Dios y unas reglas católicas donde la culpa, el castigo, la discriminación de género….han  hecho que la  generaciones siguientes sintamos un rechazo atroz a todo lo relacionado con este tema.

Toca superar determinados patrones cristianos y hacer una pequeña reflexión sobre lo vivido y aprendido.

La reflexión que voy a hacer puede no ser compartida por muchos pero no creo que ningún profeta de las distintas religiones que existen en el mundo quisieran que las bases de sus enseñanzas tuvieran como pilares el castigo, la prohibición y la desigualdad.

Tampoco creo que la tristeza y la pena tengan que ser una constante en la vida diaria en este mundo. Ni que lo mejor está por venir cuando lo abandonemos.

Creo firmemente en todo lo contrario pues considero que hemos venido a este mundo a ser felices y a contagiar ese felicidad a los demás.

Tenemos la obligación de perseguir la alegría y liberarnos de la culpa nos devuelve una paz y un sosiego.

Menos preocupación por el más allá y más por el más acá. No sé lo que lo hay después de la muerte pues aún nadie, que yo sepa, ha venido a dar testimonio.

El evangelio y las escrituras de los profetas de todas las religiones del mundo deben de servirnos para encontrar la paz , la felicidad y la igualdad de todos los seres humanos sin ninguna distinción.

Esa es mi humilde forma de ver la religión.

Yo no voy a la Eucaristía semanal como persona bautizada. Solo acudo al repique de campanas de las once de la mañana cada 28 de Junio para recordar la fecha en la que mi padre dejó este mundo. Y siento de un manera intensa que desde donde está todos estos años de ausencia nos está protegiendo de una forma brutal.

Yo lo vivo así.

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