Soy viuda y quiero rehacer mi vida

«Soy viuda y quiero rehacer mi vida«, podría llamarse mi película. Todo comenzó cuando un mal día, un cáncer, tan veloz como fulminante, se llevó a Raul de mi lado. Sin mi marido, mi existencia, de la noche a la mañana, perdió el rumbo.

Pasadas unas semanas, iba de aquí para allí, de la cama a la sala y de la sala a la cocina, sin saber qué hacer o para qué levantarme por las mañanas. No tenía deseos de hablar con nadie y, ante el recuerdo más nimio, comenzaba a llorar sin consuelo ni freno.

Así transcurrieron algunos meses. Inmersa en una profunda tristeza, creía que ya nunca podría volver a sonreír. Concretamente pensaba que no podría continuar viviendo una vida normal. Sin embargo, el paso del tiempo dio lugar a otra etapa de mi vida.

Y, aunque te parezca mentira, un buen día, a casi un año de la despedida de Raul sentí deseos de comprarme un nuevo par de zapatos. Sí, me dio ilusión. Y lo hice.

Ese día me di cuenta de que, habiendo incorporado la pérdida de mi esposo a la mochila de mis dolores, mi vida no volvería a ser igual, pero que las cosas podrían volver a estar bien.

Ese día volví a sonreír y llegué a ver la luz al final del túnel que significó para mí el proceso de duelo.

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Las ideas que me ayudaron a salir a flote

Durante el año de duelo, tras interminables charlas con mi mejor amiga, luego de varias sesiones con un psicólogo experto en duelos y cientos de horas en Internet leyendo todo lo que aparecía ante mis pupilas sobre el tema, llegué a algunas conclusiones.

Son ideas que me ayudaron a salir adelante y que pueden resultarte útiles. Aquí te las resumo:

Tiempo al tiempo

Nadie puede acelerar un duelo. No se puede medir la duración de un dolor tan profundo como la pérdida de un compañero de vida.

No reprimas el llanto ni cometas el error de pensar que, para aliviar el dolor, hay que dejar de hablar del fallecido. Ejerce tu derecho a hacer lo que puedas. Ni más ni menos.

De todos modos, más allá del año es sabido que un duelo corre el riesgo de transformarse en una tristeza profunda, una depresión o una nostalgia que no permita atravesar la pérdida y continuar el camino.

Estate atenta a ello: que nadie te apure a procesar, pero tampoco permanezcas más de lo necesario en el rol de víctima o de persona desvalida.

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El aislamiento es mal consejero

No te alejes de las personas que te quieren. Disfruta de la soledad para pensar y llorar a mares, pero no dejes de ver a aquellos que te hablen de otros temas, te acompañen a dar un paseo o te permitan compartir momentos en silencio. Y no olvides: el dolor, cuando se comparte, se hace más pequeño y más fácil de cargar.

Incorporar la viudez como una nueva realidad

Para poder rehacer la vida en todas las áreas (social, laboral, familiar, marital) es importante aceptar que uno se ha convertido, a su pesar, en una persona viuda. El rechazo de esa idea no conduce a nada.

Pedir ayuda

La viudez, en un principio, es un estado de alta vulnerabilidad física y psíquica. Es importante no cerrarse al entorno y pedir ayuda: a un ser querido o a un terapeuta. Parece sencillo, pero no lo es: mostrarse débil y solicitar que nos echen una mano es un signo de fortaleza. Y no hacerlo puede ser contraproducente.

Disfrutar sin culpa

Si te invitan a tomar un café, a ver un espectáculo de humor o a caminar por un centro comercial, acepta y disfruta sin culpa. No olvides: seguramente tu ser querido preferiría que continuases la vida sin él.

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Abrirse a nuevas experiencias

​Si la gente que te rodea te recuerda todo el tiempo a la persona querida, prueba nuevas experiencias sociales que te permitan contactar con otras personas ajenas a tu antigua vida. Entre ellas podría surgir un nuevo amor. ¿Por qué no? Piensa en positivo.

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Recordar sin llorar

Evocar recuerdos del ser querido fallecido sin estallar en llanto es una señal de que el duelo está siendo procesado y elaborado saludablemente. Significa, además, que no se ha estancado y que la persona está atravesando el dolor sin abrazarse a él.

Soy viuda y quiero rehacer mi vida. Estoy en ello. Me lo merezco y la historia de amor con Raul es mi sostén. De hecho, hoy me siento con deseos de compartir con alguien mi tiempo y mis sueños. Creo que mi marido hubiese querido que continuara buscando la felicidad. Un último consejo: en honor a los seres queridos que ya no están, junta tus pedacitos rotos y vuelve a mirar a la vida de frente. De cara al futuro. ¡A por ello!

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