“Con una naturaleza confortable, la humanidad no hubiera inventado nunca la arquitectura.” Oscar Wilde
Por más opuestas que parezcan, naturaleza y construcción se necesitan y refuerzan en su convivencia. El paisaje natura se exalta por contraste con la geometría artificiosa de la construcción, y la casa, a su vez deviene más protectora, cómoda, apetecible y habitable en una atmósfera silvestre o despeinada que nos hace estar en contacto con lo más primigenio e intrínseco al ser humano como es la naturaleza.
Esas atmósferas en la que la construcción se torna paisaje es lo que podemos experimentar en las siguientes viviendas.

En la casa Na Areia, situada en Portugal, podemos sentir como la decisión arquitectónica está basada en el diálogo con el paisaje. La construcción se crea con los materiales típicos de la zona. Maderas y cañizos conforman el espacio acondicionado creando una atmósfera sencilla, auténtica, primigenia y a la vez contemporánea. La casa trabaja sobre la intromisión del exterior en el interior, la continuidad espacial fuera dentro. Desde lo más fundamental, el suelo. Con la arena ancestral que fuera y dentro acaricia nuestros pies descalzos. Como si de la más osada alfombra se tratara.

Hacemos un salto de continente a la cultura japonesa, en la cual la influencia de la naturaleza es tanto que se busca una plena armonía entre en hombre y la naturaleza, intentando cuidarla y adornarla, procurando dañar lo menos posible su entorno. Esto lo podemos apreciar en las diferentes obras en la que se intenta consolidar la naturaleza como parte de su arquitectura.

Esta vivienda en una de las zonas de mayor densidad de Tokio, en la que la idea arquitectónica es crear un apilamiento de vegetación en el cual esté inmersa la vivienda. Sirviendo esta de fachada cambiante y filtro que hace diluir el límite interior y exterior. Un hojaldre natural en medio de un ambiente puramente artificial y urbano. La atmósfera conseguida es la de crear unos mini paisajes naturales en cada planta de la vivienda en los que hacer la vida diaria.

El confort se consigue a través de finos muros de vidrio en lugares puntuales y utilizando raíles y cortinas para organizar las actividades diarias y dar privacidad. En un entorno urbano donde las condiciones lumínicas no son las más idóneas, el edificio busca la mayor captación de luz solar, intercalando los jardines con las habitaciones en todos los pisos de la casa, y creando esa pantalla vegetal que protege la privacidad de los habitantes sin negar el paso de luz. Es una casa que apuesta por la extrema sencillez.

En esta otra vivienda para una pareja en Tokio vemos como la decisión arquitectónica es más radical aún. La vivienda se constituye como un jardín, propiamente cubierto para abastecer de confort a sus habitantes. El suelo y la vegetación son las propias de un jardín. El programa doméstico se soluciona a través de la construcción de una serie de alfombras de morfología orgánica que permite los usos diarios propios de una vivienda.

Lo más interesante es que, debido a esta forma de resolver la vivienda, no se pueda ver de una vez todo el espacio interior. Puedes sentir la amplitud, continuidad y fluidez del gran espacio de la vivienda, pero no puedes ver el extremo del edificio. Lo que uno ve depende siempre de la posición que tenga en ese momento.
Los arquitectos tenemos la obligación de pensar soluciones más allá de las preestablecidas. Solo así podemos contribuir a la sociedad en la que vivimos. En un tiempo de inestabilidad, la arquitectura no puede ser inflexible.
