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Casas emblemáticas: La residencia de un maestro, Jørn Utzon

“Being an architect means having a wonderful profession: For me it has been a gift from God” Jørn Utzon

Jørn Utzon ha muerto en 2008. El creador de la Ópera de Sydney se conoce como el mayor representante de la ‘tercera generación’ del Movimiento Moderno.  Figura de gran relevancia del siglo XX y ganador del premio Pritzker de arquitectura en 2003. La obra de este autor se distingue por la poética de la construcción y la importancia de la ubicación. Sus proyectos son siempre guiados por conceptos como la lectura y adaptación del lugar, la organicidad de sus composiciones basadas en la repetición de elementos así como la conjunción de los ideales modernos con la lógica constructiva. Todo ello vamos a verlo en la obra que a continuación analizaremos, su residencia familiar. La Casa Can Lis.

Nombrada así en honor de su mujer. Es un homenaje al sol y al mar. Un hábil juego de orientaciones constituyen la morfología de la casa, teniendo como hilo articulador las vistas al mar y el recorrido que marca el sol: el paso del tiempo.

Creada para alojarse tras dimitir del proyecto de la Ópera de Sídney en 1966. Se sitúa en un acantilado, en la costa de Portopetro (Mallorca), en el interior de un bosque. El lugar hace referencia a su escrito «Plataformas y Mesetas», consecuencia del viaje a las pirámides mayas de Méjico.

Casa Can Lis Jorn Utzon
Vista general de la vivienda, se observa la integración del material constructivo con el material geológico que constituye la plataforma paisajística. Foto: openhousebcn

La vivienda se organiza en una sucesión de pabellones y patios abiertos hacia el paisaje, articulados por una tapia y dando respuesta a los distintos usos a lo largo del día. Utzon lo explicaba con la historia que la novelista danesa Karen Blixen escribió sobre los granjeros africanos en Memorias de África: «Les era imposible construir sus casas ordenadas en línea recta porque ellas seguían un orden que estaba basado en la posición del Sol, en la de los árboles y en las relaciones entre las edificaciones«.

Al lugar se accede desde un pequeño pinar donde nos encontramos una sucesión oblicua de paredes ciegas.  Al cruzar la puerta, nos recibe una luna horadada en la pared, a través de ella se observa el mar, el horizonte. A partir de este momento la casa se desgaja en los patios y jardines que conectan sus rincones.

Casa Can LIs Jorn Utzon
Luna y horizonte, pared de recibimiento. Foto: Carlos Lanuza.

El pabellón más grande se levanta sobre una base cuadrada. En el interior se contiene la cocina y el comedor, este segundo con grandes vidrieras que comunican visualmente interior y exterior. Al salir de este pabellón se abre un gran atrio pavimentado con porches laterales, es uno de los espacios más atractivos de la casa.

Can lis patio Jorn Utzon
Atrio interior, realizado en piedra de marés. Un espacio que dirige la mirada al cielo. Foto: magazinedigital.com

Al segundo pabellón accedemos por un atrio. Estamos ante el espacio más destacado y admirado de la casa. Su doble altura y el gran banco central de piedra semicircular revestido de baldosas blancas negras nos acoge a modo de escultura habitada. Este se orienta hacia los grandes vanos, que cada uno de ellos se abren al horizonte en un  juego de huecos abocinados; troneras contemporáneas que atrapan la luz y el mar. Dintel, jambas y umbrales, son los elementos con los que se enmarcan, en un juego de claro-oscuro, la muy impresionante vista del horizonte marítimo. El histórico Mare Nostrum queda allí encerrado y el visitante abrumado ante tal sublime obra de arte.

Interior casa can lis Jorn Utzon
Troneras contemporáneas fragmentan el horizonte seleccionando las vistas. Foto: magazinedigital.com

Pero la audacia del arquitecto continua en su modo constructivo, haciendo desaparecer los vidrios. Ordenando colocar sus carpinterías por fuera para no ver los marcos desde dentro. Podríamos imaginar que no existen los vidrios  y el viento soplaría entre los vanos inclinados haciéndolos sonar como si de cual instrumento musical de piedra se tratase.

Tras la inauguración de tan fantástica casa, en 1972, esta se convierte espontáneamente en un hito a visitar en la ciudad. Las peregrinaciones de estudiantes de arquitectura y profesionales del sector se hacen el día a día de la biografía de la vivienda. Puesto que a pesar de sus materiales tradicionales y con un cromatismo y escala que la hacían casi invisible entre el paraje, la casa era única. No había ninguna igual.

Can Lis detalle Jorn Utzon
Su diseño en planta permite vistas desde el interior a 180º. Foto: Pinterest-pritzkerprize.com

Las incesantes visitas y falta de privacidad generaron en  Utzon la necesidad de mudarse y construir un nuevo proyecto. Pero esta vez no publica su localización para evitar futuras visitas. Convirtiéndola en su verdadera casa de descanso y que posteriormente bautizaría como “Can Feliz”. “Can Feliz” aparece en publicaciones como si se tratase de un lugar mágico,  una utopía.  Para lo cual aparte de tener unas cualidades maravillosas, debe de existir un vacío de conexión  insuperable con el resto del mundo. Como si del comienzo de una novela de tierra mágica se tratase (todas comienzan con la pérdida de la memoria del náufrago que no sabe cómo llegó a la isla). Los artículos publicados sobre la vivienda son historias de visitantes que aseguran no recordar el camino que conduce a la casa.

Can Lis atardecer Jorn Utzon
Las troneras conforman un espacio que nos envuelve como si de un cuadro habitado en continuo dinamismo se tratase. Foto: Sergio Baragaño

Pero volvamos a la casa que nos ocupa este artículo: Can Lis. “La casa del sol”, no es una casa típica. Es  una casa que replantea la manera cómo se vive la domesticidad. Que nos obliga a “salir”, literalmente, de cada estancia para entrar a otra. El hilo conductor que comunica todos los usos es exterior, está a la semi-intemperie, y la casa nos arroja ahí cada vez que hacemos algo diferente: a la lluvia, al sol, al viento, al frío… Nos muestra el cielo y los árboles a cada paso, pero también se cierra en sí misma para contemplar silenciosamente del mar. La piedra nos evoca la isla, y el horizonte el infinito.

Raúl Almenara Arquitecto RADStudio
Raúl Almenara  Arquitecto raulalmenara.com

 

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