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«La cantante calva», el teatro del absurdo sigue triunfando 67 años después.

Por Javier Aguado

Después de ver “La cantante calva”, de Eugene Ionesco,  en el Teatro Español  y que estará hasta el 11 de junio próximo, uno se pregunta cómo una obra difícil de digerir, dentro de ese teatro del absurdo, sigue interesando al público que llena el teatro en cada representación y que curiosamente se sigue representando en París desde el día del estreno, hace ahora 67 años.

Hay momentos que a lo largo de los setenta minutos que dura la obra, uno se pregunta  ¿de qué va esto? Y al final la gente aplaude a rabiar y sales del teatro entre perplejo y un tanto dubitativo. Hay que reconocer que la obra está muy bien escenificada, que el director Luis Luque se hace muy bien con la obra y el elenco de actores lo borda, Adriana Ozores, Fernando Tejero, Joaquín Climent, Carmen Ruiz. Javier Pereira y Helena Lanza.

El mismo autor, joven y desconocido en el momento del estreno y que, según él, no le gustaba el teatro, reconoce que “se trata de una gran comedia que es en sí mismo una gran tragedia”.

Escena de La cantante calva
Escena de La cantante calva

Se ha dicho que el teatro de Ionesco, e incluso todo el teatro del absurdo, es un teatro de advertencia social, pero el propio director señala “creo que esta etiqueta queda obsoleta y que habría que reemplazarla por otra etiqueta que transforme la advertencia en condena”, quien añade que “ es una obra de juegos sin sentido que nos traslada a un mundo de soledad y aislamiento, de parloteo constante, de intento de volver a empezar. Es un texto absolutamente contemporáneo”.

Con la música de “Dios salve a la reina”, un telón semitransparente, donde se ve dibujada la bandera británica, va subiendo lentamente. En un salón austero pero majestuoso, desciende entonces un gran reloj que marca las doce horas.” Vaya, son las nueve. Hemos comido bien. Sopa, pescado, patatas con tocino, ensalada inglesa”.

La mujer sentada en el suelo con una taza de té, comienza así un relato inconexo y sin sentido, frente a su marido, que lee absorto el periódico en una silla cercana ,sin levantar la vista del papel. Palabras y palabras sin sentido y lanzadas al aire, en una imagen perfecta de la incomunicación y del absurdo.

Un absurdo que es lo más cercano al contexto real de la sociedad de hoy.

 

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